domingo, 15 de marzo de 2009

Gigolós, el arte de satisfacer a la mujer madura

En la actualidad hay un gran mercado de gigolós que se publicitan a través de los medios de comunicación para ofrecer sus servicios sexuales a mujeres solas o acompañadas, pero que en todo caso quieren tener una nueva experiencia sin por ello tener que comprometerse a nada excepto a pagar los honorarios del joven. Los hay, sin embargo, que solo ofrecen compañía a aquellas mujeres que por su avanzada edad, se contentan con contemplar la belleza de lo que ya es para ellas un querubín.

El gigoló es por lo general un hombre joven y bien parecido y, sobre todo, con una gran potencia sexual que les permite estar con una u otra mujer sin tener en cuenta cuáles son realmente sus apetencias o instintos. Él tiene que funcionar en todos los casos y satisfacer las necesidades de todas aquellas que le llamen.

Un trabajo que, aunque muchos lo envidien, sin embargo, no deja de tener su dureza. No es fácil para un hombre mostrar toda su potencia y encanto con diferentes mujeres y sin que previamente haya habido ninguna otra relación que le ofrezca la oportunidad de conocerse. Se convierte en una pura transacción comercial, cuyos servicios pueden variar dependiendo de los que se ofrezcan y los que se demanden.

LOS GIGOLÓS MÁS MOLESTOS.

Aunque, en la actualidad, comúnmente se entienda por gigoló el hombre apuesto y joven que ofrece este tipo especial de servicios personales y pagados, sin embargo, el gigoló de antaño era el hombre que se beneficiaba de las mujeres maduras que mantenían a este caprichoso amante bajo su protector manto económico. Todavía sigue existiendo este espécimen para quien el objeto de seducción es en la mayor parte de las ocasiones viudas ricas o mujeres casadas, ya cansadas de sus maridos y deseosas de encontrar nuevas aventuras amorosas con hombres de piel tersa y la fuerza sexual necesaria para cubrir todas las necesidades que sus maridos son incapaces ya de satisfacer.

La historia y el cine están llenos de ejemplos de estos hombres con una dedicación tan singular. Los hay románticos que, en verdad, se enamoran de una mujer mayor a la que ven como fuente de experiencia carnal o intelectual, y mantienen estas relaciones libidinosas a espaldas de una sociedad que no esta muy dispuesta a permitir semejantes uniones.

Si la mujer se cansa un día de ellos y les priva de los privilegios a los que les tenía acostumbrados, su vehemente juventud les hace cometer tropelías y actuar con insensatez. Es lo que tiene el amor en la juventud, que es apasionado y loco.

Otros son más crueles y buscan fríamente una presa fácil para poder conseguir sus fines que, ante todo, son económicos o sociales. La amante en estos casos debe de reunir una serie de cualidades consideradas indispensables. Ser adinerada, viuda o casada, pero cuyo aburrimiento se refleje en la palidez de su rostro y en el apagado brillo de sus ojos.

En este caso el joven galán irrumpe con sus modales más burdos y primitivos en la vida de la aburrida dama y la naturaleza vehemente y apasionada de él logra atraerla de forma irrefrenable. La mujer siente que recupera de forma súbita una segunda juventud, animada por ser el objeto de deseo de ese hombre de bastante menor edad, y en ese estado de enajenación amorosa es capaz de ofrecerle todo lo que tiene, lo que el gigoló en este caso se aprovecha de los favores de la dama hasta dejarla exhausta y con una economía extinta.

CUANDO SE ROMPE EL ESPEJO DE LA JUVENTUD.

El desastre llega cuando ella descubre el verdadero amor del joven o él se cansa de fingir, pues ya ha obtenido los beneficios que esperaba y la desprecia. Estos amores son difíciles de abandonar porque se rompe el espejo en el que durante el tiempo que viviera el delirio, ella había rejuvenecido, y su belleza, como por arte de magia, había vuelto a darle el esplendor que hacía tanto tiempo había desaparecido.

Es entonces cuando aparece el verdadero rostro del joven amante y, si ella insiste en retenerlo con escenas de celos iracundos y violentos, gritos histéricos y llantos inaguantables, él le espeta lo que realmente siempre pensó de ella y el acopio de valor que siempre tuvo que tener para mancillarse entre una carne ya ajada.

Vistas las complicaciones que conlleva mantener este tipo de relaciones, las mujeres prefieren optar por la comodidad de utilizar los servicios que muchas agencias ofertan. Una simple llamada y el intermediario preguntará por las preferencias y el tipo de contacto que se desea establecer. Si se acepta el precio a cambio de satisfacer todo el conjunto de caprichos, el hombre que más o menos encaje con su tipo ideal llegará a su casa con un maletín para su limpieza personal y por si entre los deseos de ella se incluye algún aparatito diabólico. Después déjese llevar y ...¡A gozar!.

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