jueves, 4 de junio de 2009

Myrka Dellanos temía que Ulysses Alonso la degollara mientras dormía

A continuación reproducimos el texto íntegro que Dellanos leyó en la corte antes de que su todavía esposo fuera puesto en libertad



Myrka Dellanos y Ulysses Alonso
Myrka Dellanos y Ulysses Alonso


En exclusiva, tenemos la declaración que Myrka Dellanos leyó hoy en una corte de Miami, FL, antes de que su aún esposo, Ulysses Alonso, fuese dejado en libertadtras declararse culpable de cuatro delitos: acecho con agravante, detención ilegal, extorsión y robo con escalamiento de un vehículo ocupado.

Juez Jiménez:

“Es con gran tristeza que hoy me dirijo a la corte, como parte del capítulo más horrible de mi vida, [que he sufrido] a manos del hombre que juró quererme y cuidarme, y quien pensé, sería mi compañero de por vida; quien, por el contrario, decidió abusar de mí, emocional y físicamente, durante casi un año de matrimonio.

Viví a diario con el miedo de que si no hacía exactamente lo que él quería, me atacaría, amenazando con degollarme mientras yo dormía, prometiendo que se ahorcaría colgándose de un árbol y diciendo las cosas más despreciables que se le podrían decir a una mujer, a veces incluso frente a sus padres, quienes tenían que detenerlo para que no me golpeara.

Su ira incontrolable fue la causa de su primer arresto por violencia doméstica en agosto del año pasado. Este año, en marzo le pedí que se fuera de la casa porque él continuó atacándome, amenazándome e insultándome en repetidas ocasiones y tuve que ser hospitalizada tres veces: una vez por un posible ataque al corazón causado por el estrés de vivir con miedo. Además, mi hija temía que él me hiriera nuevamente y se vio afectada por sus radicales cambios de ánimo, los cuales incluso manifestaba delante de los amigos de ella.

Quise que nuestro divorcio fuera amigable, pero cuando decidí que necesitaba algún tiempo sin comunicación, se tornó agresivo y compulsivo al hostigarme, seguirme por la ciudad, saltando la cerca de mi casa para golpearme fuertemente a la puerta, manejando en repetidas veces por mi casa y bombardeándome con mensajes de texto, correos electrónicos y hasta 100 llamadas en una hora. He tenido que cambiar mi número telefónico tres veces.

El día que finalmente decidí que ya era demasiado fue el 13 de marzo, cuando me siguió en auto y me bloqueó el camino, [y] golpeó la ventanilla y el parabrisas, amenazando con romperlos en mi cara y forzándome a bajar la ventanilla. Metió la cara y el torso en mi carro, forcejeó conmigo para arrebatarme el teléfono y me forzó a darle mi nuevo número. Luego volvió a meterse al carro por la ventana, me agarró violentamente la cara y me forzó a besarlo mientras yo lloraba y le suplicaba que me soltara.

Juez, lo que este hombre ha hecho –además del terror que provocó en mí y en mi hija, pasando por alto el robo de mis documentos personales y de mi hija que aún no me ha devuelto, y la extorsión que trajo esto consigo– [es] la herida emocional con la que sigo viviendo cada día. Él ha contactado a editores de revistas, ha ido a programas de televisión y radio, y ha dado innumerables entrevistas con el propósito deliberado de destruir mi carrera y la reputación como periodista que cuidadosamente he construido por los últimos 20 años.

Me ha difamado al decir que todos estos cargos en su contra son mentiras, y que yo, siendo una mujer despechada, estaba buscando venganza. También ha difamado a mi madre y a mi hija con mentiras cuidadosamente elaboradas. Él ha prometido destruir mi carrera y ha tratado de contactar a las compañías de las que yo soy portavoz, esforzándose para afectar negativamente mi medio de sustento.

Yo, por el contrario, me he mantenido en silencio hasta hoy, optando por que este caso criminal sea tratado en una corte legal y no en los medios de prensa.

Su señoría, espero y ruego que, de este día en adelante, él se mantenga alejado de mí y de mi familia y ponga fin a este frenesí en los medios. Me he visto forzada a comprar costosos sistemas adicionales de seguridad y estoy tomando todas las precauciones posibles para protegerme y a las personas que amo de su cólera, especialmente porque él me culpa de su encarcelamiento. Pero hay una parte de mí que, aún con una orden de restricción permanente, vive con miedo de que él cumpla sus amenazas y continúe sembrando caos y terror en mi vida.

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